martes, 20 de marzo de 2007

Sin Pisos


Engañar a una amiga para que te acompañe a comprar ropa no es complicado. Tu vas con la idea de pillarte unos vaqueros, normalitos, pero no te apetece ir solo y ya no tienes edad para ir a comprar con tu madre. Por eso escoges a una amiga. Al final no te has comprado los pantalones que querías, ella te ha dicho que los pantalones vaqueros son un horror y que tu vida será más placentera con tus nuevos pantalones de pana.
Intentar que te acompañe a ver pisos es mucho más complicado y a mi me costó invitarla a caenar pero bueno, tenía que hacer la prueba.
Fui con mi amiga a la cita con los de la inmobiliaria. Esta vez en vez de venir la rubia super pija me mandaron al tipico tio de sonrisa perenne. Estoy seguro de que seguiría sonriendo mientras le dan de latigazos si con eso iba a venderte algo.
Me habían preparado dos casas que se adaptaban a lo que les había pedido. Yo, que iba confiado con mi radiante novia nueva, iba sonriente y tranquilo.

Primera casa: La primera casa era bastante céntrica. Era un quinto con ascensor, cosa importante. Llegamos al rellano, salimos del ascensor y veo que el tío de la oficina saca un manojo de llaves. Pienso, no puede ser que tenga tantas llaves, el portal, la puerta e igual una especie de despensa o trastero. Usa la primera llave y me hallo ante un pasillo con cinco puertas. Ahí me empiezo a desanimar. Saca otra llave y abre una de las cinco puertas, entramos y había una sala preciosa, abuhardillada, con una puertecita baja que daba a la habitación de matrimonio, que también estaba abuhardillada. Bien bonito, me gustaba. Entonces el tio empezó a perder mi respeto, me dijo que íbamos a ver el resto de la casa, sale, cierra la puerta y ¡me abre la siguiente! Allí había una salita muy mona, pequeñita, con un mueble chulo y una tele pequeñita, al lado estaba la habitación de los invitados con sus dos camitas. Se queda mirándome y lejos de acojonarse al ver la ira en mi cara, con su perenne sonrisa me dice que aún tenia que enseñarme más. Sacó la tercera llave y me llevó a la cocina. Era una cocina nueva, como no era muy amplia había tenido que alargarla y bueno, ahí dos personas podían poner una mesa de 45 y hacer como que comían. Los fuegos de la cocina estaban al fondo al lado de un armario con puertas de cristal. Me acerco, veo la cocina abro el armario y me encuentro ¡¡un retrete!! Acabo de abrir la puerta y veo un plato de ducha y en un hueco en la pared el lavamanos.
Me marché de esa casa casi llorando, pero no por mi, sino por el de la oficina, porque sus padres debieron haberle educado con sufrimiento y horas de desvelos y al final acaba intentando vender vertederos en lugar de casas.
Segunda casa: La segunda casa estaba en un sitio precioso, detrás de la catedral, a los pies de la montaña del castillo, en la otra acera del teatro... Era un bajo que tenía la cocina y el baño nuevos pero luego en el salón dormitorio básicamente me desencanté cuando vi las humedades en el techo a pesar del antihumedad que había en todas las esquinas. Otra cosa que no me gustó fue lo de tener que colocar la cama sobre el armario y subir por una escalerita sin pasamanos. Nunca sabes como vas a llegar...
Estaba visto que ni con novia me iban a enseñar algo decente, así que dejé de tratar con esa inmobiliaria...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este tema de las inmobiliarias se puede convertir en una serie como "Perdidos", hace adictos...
¡¡Queremos el proximo episodio pronto!!!

Anónimo dijo...

Siiiiiiiii yo tambien... ah no, que ya está... yo voy a leer jeje