Es muy duro trabajar de madrugada. Te levantas cuando tus amigos aún están de fiesta, te cruzas con ellos cuando vas en el coche. Les ves felices, eufóricos incluso muy, muy borrachos. Tu vida social se acaba, de vez en cuando por hacer la gracia te llaman algo antes de la hora a la que te despiertas y te dicen que vayas a tal o cual bar a tomarte con ellos la última del día...
Trabajas por la mañana, llegas a casa roto por la vigilia (que no por el trabajo), mal comes y piensas: Paz, voy a echar una siesta, voy a dormir algo antes de ir al trabajo de por la tarde. Sí ¿qué pasa? Los tíos bajitos, gordos y con gafas tenemos dos trabajos porque como no tenemos amigos que acaben sin @hotmail.com, tenemos mucho tiempo.
Bueno, el caso es que cuando estaba a punto de convencer a Mira Sorvino (serás tú o ninguna!) de que eres el hombre de su vida, empiezas a oír una música, una música familiar, sí, efectivamente te están llamando al teléfono, hay que despertarse. Era la chica de la inmobiliaria, que había encontrado algo para mi...
Yo ya creía que después de los fiascos que me había enseñado lo siguiente que me iba a eneñar era una chabola en la Bakimet, o un establo en las vaquerías del Ventorro... Me puse las botas de goma, unos guantes de fregar y una máscara de seguridad y fui a ver qué clase de aberración me habían preparado. Esta vez decidí ir solo, porque visto el resultado de la compañía, casi prefería no hacer más experimentos.
Me llevó a una calle del centro a ver un piso, muy bonito, bohemio casi. Vamos a definir bohemio. Bohemio es un tercero sin ascensor, dos habitaciones, cocina americana, una sala y un baño con plato de ducha. Había un arco precioso para pasar de la cocina al comedor, y a partir de aqui, ningua puerta era igual que la anterior, había una ventana para comunicar la habitación grande con la sala (Intimidad 0 - Palamós 4), el techo de la sala no estaba a la misma altura que el resto de la casa y en la habitación pequeña casi tenía que arrodillarme para entrar, el baño había que tirarlo entero y en la cocina había una cosa detrás de la campana que me saludaba.
La chica me sonríe y dice 130.000.
Respiro hondo, cuento hasta tres , deshecho la idea de disolver su cadáver en ácido nítrico y digo dos cosas: Os había pedido pedido una buhardilla y esto no lo es y lo creo que había dicho que el precio no debía pasar de los 120.000.
Me sonríe y me suelta una frase que me exculparía ante cualquier juez: Tenía que intentarlo ¿A cuánto está el litro de acido nítrico?
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